como un perro que bajo la lluvia, en la vereda de enfrente, entre rayos y truenos, la cara ansiosa e imperturbable, mientras las gotas chorrean de sus orejas, de su nariz, echado a la intemperie, aguarda, a que esa perrita del almacenero, se les escape al entrar o al salir algún chico de la casa y corra bajo la lluvia o el sol y él se lance al asalto para hacer el amor en un rapto de luz y silencio donde antes de ser uno, ya se es uno, transfigurado.
1 comentario:
Qué bella prosa.
Saludos.
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