En el origen había una sola tribu que habitaba el norte europeo. Una vez alguien entretenido en masticar nada, descubrió el chicle, pero como la técnica no alcanzaba a abastecer a todos y era una comida que mataba el hambre y entretenía en grado sumo y, al faltar el televisor y el fútbol, se armaron dos bandos enfrentados para disputarse la escasa mercadería: a uno lo llamaron los ingleses y a otro los alemanes.
Después de años de guerras y escaramuzas al final ganaron los primeros y llegaron a un pacto: ellos se quedarían con los chicles pero tendrían que emigrar para evitar que las guerras se repitiesen en busca del preciado don.
De allí los ingleses y más tarde los norteamericanos (grandes consumidores a raíz de su alta tecnología e inventos) comenzaron a pronunciar el idioma diferente, atareados en masticar, masticar y masticar, deformando el sonido original del alfabeto.
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