Ya está, firmé: quiero que mi corazón lo entierren en Rosario, el intestino grueso
en Buenos Aires (allí se come bien), los riñones en La Falda (por mis problemas
diuréticos), el esqueleto en cualquier lugar de la pampa (para no ir subiendo y
bajando), mis ojos en una playa nudista, mi nariz en un bodegón y mi boca en un
beso (ja, ja, ja).
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