Reconciliación.

En la Argentina se está hablando ahora de la reconciliación. Termino político que significa dejar atrás las secuelas de la guerra sucia llevada a cabo por los militares durante el periodo 1976-83, con los miles de muertos, desaparecidos y violaciones a los derechos humanos. Dejar atrás y darse un abrazo de olvido entre las víctimas y los victimarios.
 Si en la Argentina esta tarea estuviera en manos de los políticos, hace rato estaríamos reconciliados. Después de la segunda mundial los políticos de occidente rápidamente dejaron atrás los juicios de Núremberg y se pusieron de acuerdo para enfrentar al comunismo y volver a los negocios. Después de tantos años de guerra en Vietnam, con cientos de miles de muertos y extremas violaciones a los derechos humanos, los políticos se volvieron a dar la mano y hacer negocios.
 Sin embargo, las madres, las viudas y los huérfanos de esas guerras no olvidan, no olvidan el dolor que llevan adentro por el resto de su vida.
 En la Argentina el tema de los derechos humanos no fue engendrado por los políticos sino por el vientre de las madres y abuelas que perdieron a sus hijos. Su raíz no es política, no es silogística, si no se engendra en el dolor, en la ausencia, en las lágrimas. No hay acuerdo político posible con ese dolor de madre. No hay razones de estado. No hay reconciliación posible como no la hay en las madres y abuelas de la segunda guerra mundial que vieron ir a sus hijos a las cámaras de gas o vieron caer las bombas de los aliados en las ciudades habitadas por ellos. Se podrán reconciliar los políticos en su ajedrez perfecto, nunca las madres.

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